Un lugar para vos

Porque él es nuestra razón de ser, es que creamos este espacio virtual para que lo conozcas, y si ya lo conocés, este será un espacio de pensamiento.
La cultura es vida cuando viene de su mano.

jueves, 18 de agosto de 2011

para meditar

Este suceso es real, y agradezco mucho a quien lo compartió, porque me hizo pensar en el incomparable amor de Dios, y en esa promesa que Jesús nos hizo de que si tuviéramos un poquitito de fe, podríamos con nuestras sircunstancias.
LA BOLSA DE AGUA CALIENTE

Por una misionera en África

Una noche trabajamos duro con una madre en su parto, pero a pesar de todo lo que hicimos, ella falleció dejándonos un pequeño y prematuro bebé y una niña de dos años que lloraba de manera desconsolada. Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé porque no teníamos incubadora ni electricidad para hacer funcionar una. Tampoco poseemos alimento especial para tales casos.

Aunque estábamos sobre la línea ecuatoriana, las noches a menudo eran frías con peligrosos vientos. Una de las ayudantes fue a buscar una cobija de lana para los bebés y otra fue a atizar el fuego y a cargar una bolsa con agua caliente, pero regresó de inmediato para reportarme que la bolsa se rompió al llenarla. ¡Era nuestra última bolsa!

En África central las bolsas de agua caliente no crecen en los árboles y tampoco existen en los bosques farmacias donde comprarlas.

Muy bien, dije, pon al bebé lo más cerca posible del fuego y acuéstate entre el bebé y la puerta para evitar las corrientes de aire frío. Tu trabajo es mantener con calor al bebé.

Al mediodía como todos los días, fui a orar con los chicos del orfanato. Les daba sugerencias sobre cosas por las cuales orar, y también les conté del pequeño huerfanito. Les expliqué la urgencia de mantener al bebé con calor suficiente, la bolsa de agua caliente rota y el peligro de que el pequeño muriera si se enfriaba. También les conté de la hermana de dos años que lloraba porque su mamá había muerto.

Mientras orábamos una de las niñas, Ruth, dijo: “Dios, por favor, envíanos una bolsa de agua caliente hoy porque mañana será demasiado tarde y el bebé habrá muerto. Por favor envíala esta tarde”.

Y añadió: “Y también, ¿podrías por favor enviarnos una muñeca de juguete para la niña, para que vea que tú realmente la amas?”

Como sucede a menudo con las oraciones de los niños, yo fui sacudida. ¿Podría honestamente decir Amén? ¡No creía que Dios podría hacer esto! Oh sí, yo sé que él puede hacer todo porque así dice la Biblia. Pero existen límites. La única forma en que Dios podía contestar esta oración en particular, sería si alguien enviaba una encomienda desde el exterior. Hacía ya casi cuatro años que estaba yo en África y nunca había recibido tal cosa.

Y si alguien enviaba una, ¿incluiría una bolsa de agua caliente? ¡Yo vivía sobre el ecuador!

A media tarde mientras daba clases al grupo de enfermería, me avisaron que un vehículo había llegado a mi casa. Para cuando llegué a mi casa el vehículo se había ido pero en la puerta había una gran caja de unos once kilos. Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas.

No pude abrir la caja yo sola y llamé a los niños del orfanato para ayudarme. Con mucho cuidado empezamos a desempacar todo, unos quince chicos observando el proceso. Primero unos colores muy brillantes y los ojos de mi público estaban iluminados. Vendas para los leprosos, pasas de uva que serían de utilidad para el fin de semana y. . . ¿Podría ser cierto? ¡Una bolsa de agua caliente nueva! Ahora sí lloré. Yo no había tenido fe de que Dios pudiera hacer un milagro tan increíble.

Ruth estaba en primera fila, se adelantó y en alta voz dijo: “Si Dios envió la bolsa, también habrá mandado la muñeca”.

Escarbando hacia el fondo de la caja, sacó una hermosa muñeca con un vestido de colores. ¡Nunca había dudado!

Me preguntó: “¿Puedo ir contigo y dársela a la niña para que sepa que Jesús realmente la ama?”

Por supuesto le respondí que sí.

Aquella caja había estado de viaje durante cinco largos meses. La enviaron mis compañeros de escuela que obedecieron a Dios incluyendo la bolsa de agua caliente aún para un país ecuatoriano. Y alguien había puesto la muñeca para una niña africana cinco meses antes, en respuesta a la oración de fe de una niña de diez años, trayéndola esa misma tarde.

En la Biblia, Isaías 65:24 nos da la maravillosa promesa: “Antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. (Sacado de la revista prisma)